Jieyu dormía tendido en la hierba a la sombra de un árbol. Su rostro, sin expresión alguna, se asemejaba al agua clara del amanecer. Se oyó un ruido de pasos y él, desperezándose y sin abrir siquiera los ojos, gritó:
- ¡Adelante, este palacio no tiene puertas!
- Maestro, soy Yi Zi, el hijo del Príncipe de Chu.
- Pues hace un minuto yo era una mariposa revoloteando por el aire. Ahora, la mariposa sueña que es un anciano. ¿Con cuál de los dos quieres hablar?
- Con aquel que conoce el Tao.
- La mariposa está dormida. Vuelve otro día.
- Después de un camino tan largo, ¿me permitís descansar un momento antes de volver a emprender el viaje?
- Puesto que esta vez el Príncipe no me ha ofrecido nada, yo te voy a ofrecer de beber.
Jieyu entró en la cabaña y salió con un odre de vino. Bebieron en silencio. Cuando se acabó el vino, Jieyu trajo otro odre.
- Maestro, creo que estoy empezando a estar ebrio.
- Eso es una buena noticia. Vayamos a sentarnos sobre aquella rama.
Jieyu ayudó al joven a trepar al árbol.
- ¿Así que algún día tú gobernarás el País?
- ¡La tierra da vueltas, este árbol se balancea, el cielo no se está quieto!
- ¿De qué tienes miedo? ¿De caer o de gobernar  

lo que está en perpetuo cambio?  Toma, bebe un poco más de vino. Y, sobre todo, no hagas nada. Es un consejo tan válido para los borrachos como para los reyes.
- ¡Qué triste ejemplo el mío! Me siento incapaz de gobernar. Había venido únicamente para pedir consejo.
- Pues este es mi consejo: compadécete de ti mismo y compadece a quienes te compadecen, de ese modo te separarás del mundo...¡Pero no de esta manera!
Yi Zi, que acababa de caerse del árbol, se puso de pie a trompicones.
- ¿Ves? ¡No te has roto nada! El vino te ha salvado la vida. No has visto que ibas a caerte, y te has abandonado a tu propio peso sin miedo, como un saco de nueces. Tu alma y tu cuerpo están intactos.
- ¡Pero en tierra me siento aún más torpe!
- La gran habilidad se parece a la torpeza.
- No sé si soy capaz de andar...
- Caminarás si te empujo, avanzarás si te arrastro. Eres como una ola que se desplaza o como una pluma que vuela. Nada puede hacerte daño. Eres como el espejo del mar o del viento.
- ¿Qué le diré a mi padre?
- Dile que gobernar es más dificil que caminar sin tocar el suelo. Esta es tu primera lección. Hay seres que vuelan con alas, pero son más raros los que pueden hacerlo sin ellas. Esta es tu primera hazaña.


Catherine François - Retorno - Contact